lunes, 7 de octubre de 2013

UNA MANZANA A SOLAS, CLARO QUE TE AMO A BOCADOS

Comer una manzana es una receta difícil, no os extrañéis si se explaya en algún detalle en principio inverosímil o si acaba sin aparente fin, ni si os digo que me la enseñó el Abominable Hombre de los Sueños, cómo no lo haríais si me la hubiese enseñado un hombre del desierto, de las cuevas, de los mares, de los polos o de las selvas.



INGREDIENTES

-Una cuerda rota.
-Una manzana.
-Una distancia.  



Vamos allá.


Suelo pasear de dos maneras según haya pasado la noche, queriendo que me tomen de la mano o atado a la muñeca de un niño como esos llamativos globos de domingo.
Los ecos de las vidas cruzadas a nado me han hecho mejorar mucho en una de mis tres artes, la de recibir transplantes. El primer transplante que recibí fue el de los siete mares que envuelven mi cerebro, los viejos estaban todos muertos, todos negros, ya no arrojaban de sí la pez y las huellas.

No se puede ir más descalzo que cuando a ella me dirijo, como a un juego secreto que hay que quemar después de jugar voy, como a una rayuela al borde del mar que las águilas de las olas devoran una y otra vez voy.

La amo así, sorteando de cerca su propia desventura, mirándome a ver quien pregunta primero, dejando que la mar nos ahorre la mitad de las palabras.
El amor de cabo a rabo se aleja de los templos, nos excomulga, solo por esta vez no temblaremos el uno del otro, pero temblaremos de solo mirarnos.

Para que sea manzana ha de tener rabo y con suerte alguna hoja, semillas y celdas protectoras, así comida se la conocerá la parte del diablo, que tales asperezas completan su bonhomía es de cajón de sastre. De esa entereza participa quien nos acompañe hombro con hombro.
-En vos soy  tronco de deshojado perenne, desde siempre.-

No va muy allá este jardín diseñado a sed y hambre, pero en él te pido el primer baile, el que nunca se olvida pero nunca se recuerda bien.

Las sombras, desconcertadas, se preguntan donde perdieron las llaves de nuestros grilletes.

Si fuese que trato de resolver los enigmas de la manzana, dijéramos que aun me quedan los siete.

De su delicadeza sigo las instrucciones: un falso amor se ha de vender más barato de lo que se compró, el criterio de falsedad no es difícil, si os crecen aletas sin perder las alas es veraz.

La mar recogida en sus ojos duerme disfrazada como cuando era niña.

Un indeciso fin del mundo al volver la vista atrás y una trémula llamita cuando miras adelante, en medio nada se inquieta, todo sano y salvo como la luna de fuego de todo febrero.

No me siento capaz, sin tocar su piel, de aclarar que el único accidente material e inmaterial que conozco es la realidad; cuan largo es un día, nos alzamos cada mañana aunque viniendo de una guerra sepamos que nos encaminamos a otra, renovamos bajo el agua los olores del cuerpo, damos la razón a cuanto estómago haya en casa y volvemos a buscar un hueco entre los que duermen; mas que corta es una vida, nos llenamos de trigo los bolsillos para no ser arrastrados, por falta de tiempo nos dejamos la mitad de la manzana en el plato para el próximo viajero de bacina vacía.
Cegados y acelerados por el destino no damos oportunidad a nuestra redención.





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