martes, 29 de octubre de 2013

SAL DE FRUTAS DE CANTAR DE LOS CANTARES


 Constreñido por la técnica necesaria para transmitir lo más fidedignamente posible  las recetas heredadas y los casuales hallazgos, voy a permitirme una licencia, a lápiz sobre el Cantar de los Cantares resuelvo plegar velas y navegar al pairo. Este Cantar elijo porque hoy nadie lo lee y porque es hermoso.


Vamos allá.



Que me colme de sus besos como ascuas para conservar el fuego.

Ni en los mercados más antiguos de oriente cuando la medicina era perfume, ni en los recientes laboratorios de matices, nadie nunca en ningún lugar cómo mi amada huele ha olido.
Con razón se enamoran los muchachos.
Con razón se alegra mi tez morena, tocada por el sol emular quiere a quien no puede igualar.
Como nuestra unión nada antes en el mundo ha olido.

¿Amada mía, a que monte te retiras a descansar?

Mi amada es un galope, su amor un estandarte.
Quiero decir como dando un vaso de agua que siguiendo el ritmo de su pecho se respira acompasado.

Es cruel dejar morir los deseos que brotan de su palidez como pajaritos recién voladores, como el hermano que vuelve tras muchos años.

He construido nuestra cabaña a refugio de la noche para amparo nuestro y de las flores.
Amistad por amistad me ofrece, Rosa por espina me da.
Bajo un frutal en el bosque me tumbé y fui feliz; allí me poseíste, allí te poseí.

De pequeña en pequeña muerte yazgo ahora enfermo del banquete, a su lado abrazado sólo quiero ahora estar.
Es fatiga mi enfermedad me dice su derecha a relajo por mi frente, por mi pesar.
Sólo tu me calmas,
solo tú me turbas.

-No se debe citar al amor como a las reses
ni alzarlo hasta que desee.-


¿Me estás hablando, mi amor...?
Como un loco de voces dentro me levanto obedeciendo al gozo de este otoño que es primavera; ya se preparan las bodegas para tan grande y excelente cosecha, de todo confín ya vienen a la vendimia.

Los aires peregrinan desde la mar a calcar su perfume.
Entre los velos de la desnudez la he visto a socaire de terceros. Es tan pudorosa que lo ha hecho fácil, la flor de la vida no pierde el tiempo, la sustenta y me embelesa.

Por una sombra suya una penumbra mía, 
por un claro suyo una luciérnaga mía.

Hasta hoy no he tenido cama porque no la necesitaba, desde su primer abrazo busco por todos los pueblos la cama en que me concibieron, aquella tan blanca y amplia que cabían dos y cupimos tres todos templados. Más difícil fue encontrarte y te encontré.

Ya ni recuerdo los vergeles y desiertos que en vano recorrí tras mi amada, la de fortalezas que revolví a hurtadillas y cuanta espiral dibujé en los caminos.

Fue acercándose su voz primero, como un susurro de incienso, luego su piel fue primero un manto de lluvia y al final sus ojos se adelantaron a escoltarme a su próspero Reino donde quien llega se queda a su destino nobleza, un reino sin crónicas, ni partidas cronológicas.

Todo lo grande y hermoso recogen sus ojos tras los visillos de sus cabellos rojos.
Si nunca hubiera visto el fuego o el reposo de la mar de su belleza, nada podría contar, un campo desordenado de amapolas alrededor de un par de fuentes para el solaz.

Sus deditos son como los de la aurora y sus pómulos dos valles sagrados.
Su leve cintura es un secreto astronómico, en cuya órbita todo planeta es habitable y risueño.

No me contengo en tan cristalina belleza, me vierto y nada me falta.
De mi corazón el más hermoso dije ha hecho.

-No se debe citar al amor como a las reses
ni alzarlo hasta que desee.-

Más grande que mi imaginación su amor, lo más dulce que yo pueda concebir, frente a su ágape virgen de canela y limón, una frugal golosina.

El río de aguas mas lozanas, el jardín del primer jazmín.

He subido a la cumbre a olerla para arriba como al vuelo de una ave real; clavo, nuez y pimienta, cúrcuma, sándalo y resina son los peldaños a su promontorio de paz.

Vienen de lejos sus aguas sin mermar su frescura, los frutos que esperaba duplica.
Vino y leche embriagadores que no me guardaré.
Venid y bebed, hermanos, y embriagaos.

Hay música que nunca llega si ella no la trae, es su húmedo canto, como lluvia sobre campos agostados, el rescate a mi sed plañidera.

Ella desnuda y yo no puedo vestirme, mis piés en su cauce ungidos se abstienen de caminar.
Es su vientre el timón que gobierna haciendo mejor la nave.

Pero te abrí y ya no estabas.
¿Donde, donde fuiste?
Todos querían impedir que te encontrará aun a golpe de lanza, la camisa en jirones y los zapatos me quitaron, pero no me detuve, solo consiguieron llagar mis pies y abovedadarme el pecho.

Nada tengo que me haga mejor que a los otros, ¿quien en mí se fijaría?, sólo ella, mi amada.
Ella es clara y sonrosada, eso la distingue entre todas.
Despeina como la ave que hace nido la hondura de su cabello, de hilo de seda su cabeza, ¡qué dos señales, dos flamencos dentro de gatos, sus ojos!; dos saquitos de especias, sus labios.
Su solo reflejo es más que todas.

Y me busca como se busca a un gatito antes de salir de casa, pura delicia; yo en el trasluz la busco, por el que corre y yace.
Respondo a su llamada para adentro, acurrucado y ronroneando en algún rincón, ella salta al encontrarme y, como la alegría, me monta en el viento.

Pero se ha retirado y no la encuentro.
¿Alguien me ayudará?, ¿dónde está su isla?, ¿dónde su huerto?,

¿Es mi amada
un siempre a punto de tocarla?

Para decir de su hermosura tendrían estas palabras que estar vivas.
Bella cual biblioteca de noche, tierna como un huérfano en la montaña y turbadora como el viajero hambriento.

¿Verá  mi deseo enarbolado?

Me turba.
Tan cerca darse la vuelta solo lo hacen las cosas enteras.
Como cruce de ocho caminos me turba.

Mi amada ríe en sus pastos al abrigo de los mortales como curva de diosa en el cielo.

Qué sé yo, solo sé que el deseo me arrastra de trigal en trigal con una reina.

¡Baila niña hermosa, baila mi igual!
Lindos sus pies de puntillas 
y hermosas sus caderas, 
como luces en un pincel impresionista.
Su sexo, delgada copa rebosante de verdejo,
su ombligo es el hueco hecho con un dedo
en un montoncito de arena,
su cintura, un istmo festivo.
Sus pechos son dos gacelas
hocicando el horizonte,
sus ojos, delicadas urdimbres de amor y gozo
y yo a ellas prendido.
Y su boca, perfume de pan recién hecho.

Vámonos a una noche entre cipreses, salgamos de madrugada a despecho del amanecer que quiere siempre ser el primero en verte; salgamos entre las sombras últimas.
Vámonos al campo,
allí te daré mi amor.

Caminar junto a ella es una regalía, a nuestro paso, sin prisa.

Si fuera yo un animalito que todavía no anda y me encontrara en la calle, me besaría tanto, me llevaría a su casa y nadie diría nada.

Recostarme quiero frente por frente al lado de mi amada, sellar en mis labios su corazón y sus manos.
Su amor es fuerte como la muerte y mi deseo, tenaz como sepultura.
Ni todos los mares apagarían nuestro sol, ni  todas las nubes a una velarían nuestra luna.

Todos los tesoros son abalorios frente al amor, nuestro amor no es contante en dineros.

Mi amada es una muralla sin puerta que la cierre, sus senos, torres avizoras que marcan el sendero a su huerto de paz.

Cuando los demás quitaban el techo a sus cabañas para recibir las cosas llovidas del cielo, mientras recogían una a una todas las semillas nuevas para dejar sitio a las viejas y limpiaban los caminos de los cementerios, yo, amada mía, salía a tu encuentro, y te hallé en el huerto todita para mi.

Cántame, voz amanecida,
persiguiendo como cabritillo
horizontes de aroma...







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