martes, 20 de mayo de 2014

QUÉ PONERSE

“Ser gobernado significa ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, censurado, mandado, por seres que carecen de títulos, ciencia y virtud para ello [...]. Ser gobernado significa ser anotado, registrado, empadronado, arancelado, sellado, medido, evaluado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, apostillado, amonestado, contenido, reformado, enmendado, corregido, al realizar cualquier operación, cualquier transacción, cualquier movimiento. Significa, so pretexto de utilidad pública y en nombre del interés general, verse obligado a pagar contribuciones, ser inspeccionado, saqueado, explotado, monopolizado, depredado, presionado, embaucado, robado; luego, a la menor resistencia, a la primera palabra de queja, reprimido, multado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado, agarrotado, encarcelado, fusilado, ametrallado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado y, para colmo, burlado, ridiculizado, ultrajado, deshonrado. ¡Eso es el gobierno, ésa es su justicia, esa es su moral! [...] ¡Oh, personalidad
humana! ¿Cómo es posible que durante sesenta siglos hayas permanecido hundida en semejante abyección?”. Proudhon







Hoy ha sido un día lento, tras un juicio que a nadie importa en el que es peor declararse inocente que culpable, una farsa tragicómica que provoca risa y desprecio, se haya Solschenizyn en víspera del viaje al Gulag y aun no sabe qué llevar; no le ha hecho falta declararse nada, pues nadie le ha preguntado más que si el nombre leido era el suyo y si entendía lo que se decía. No le ha hecho falta defenderse, aunque había decidido no hacerlo.
Y tú, ¿que te llevarías?


Vamos allá.

¿El hábito de meditación y si no hay límite de peso algún que otro libro?
¿Los longevos Ensayos, el del desasosiego, un poco del valiente Thoureau, los destellos de los evangelios, alguno de Cioran y el sui cadere de Amery, además de Shakespeare, Poe y Dickens; un Zuang-Zhi y el Poema de la Fe en el Espíritu; en mi lengua Teresa de Cepeda y Juan de la Cruz; unos cuantos poetas, Dostoievski y algo de esquiva física cuántica, una versión para leer en voz alta de la Odisea, sin olvidar a Simone Weil, Chamfort y el genio de Nietzsche, además de un libro de visitas; 200 cuadernos en blanco, 50 lapiceros y un sacapuntas?

Muchos son, ya veré de resumir o ampliar.

¿Sellos para correo clandestino, una vuelta por las viejas calles para ver como se habla allí y un recuento de conocimientos útiles: por si alguien no supiese como escribir una carta, yo sé, la facilidad culinaria que a todos gana y sacar del armario mi tolerancia al clima?

No sé con cuantas despedidas podré cargar, ni cuantas necesitaré siquiera, ni qué nombre llevar.

Poco más en el neceser de las cosas prácticas, ahora toca el difícil bulto de las cosas del espíritu.

Vamos allá.

Varios pares de gafas del cerca, un cepillo de dientes y 36 tubos de una pasta que me veo obligado a usar y una lista actualizada de mis debilidades, así como varias mudas.
Por ciento, si es que puedo, multiplicar la resistencia a la flaqueza y tal vez a la depresión de saberme inocente, pues igual que en el mundo es bien fácil saberse pecador, como se decía antes, allí donde voy sobran las razones para sentirse sin culpa.
Un buen silencio para abrir boca a la narración mitológica de mi trayectoria con la que explicar que el desapego es desconocer, salir de hábitos mentales propios, que es hacia uno mismo y no alejamiento emocional de personas y cosas.
Nadie tiene el poder de hacerme cambiar de vida, Hamlet de principio a fin, Jesús hasta en los calabozos.
Un borrador para borrar el último día todo lo escrito.
La claridad de cada rinconcito de arte y ganas de jugar con niños siempre a mano en los bolsillos.
Prefiero mirar fijamente a Dios que echarme a hablar y aunque pudiera no me escondería para llorar.

Encuentro que algo me hace eterno en la Realidad, acceder a Ella es descansar por los siglos de los siglos de mi.
Y pan y cebolla y queso.
Y cuando la noche se cierna sobre la espesa conciencia de mi...

jueves, 8 de mayo de 2014

EXPERIMENTO OSCURO DEL ALMA

-Dios crea  como el  mar los continentes, retirándose.- R. M. Rilke


Hay lugares a donde no llevan los mapas, solo la osadía de la ignorancia.
Los cambios hoy no importan, pues sin muerte todos son llevaderos, pero es realmente abrumador como marcarán los días futuros.

Siempre he querido saber cuanto de Dios soy capaz, cuanto de su intención he entendido.

De todos los cabritillos solo uno sobrevivió y, mentira más, mentira menos, solo por él se conocerá la historia.



Vamos allá.


Es el día otra vez de la muerte de mi hermano, del primero por arriba, solo que ya han pasado 20 años.
Se llamaba Carlos por entonces y con su muerte algo se me rompió, pero tan torpe y ciego que no supe que fueron su nombre y el mío lo que se hizo añicos.
Estaba tan equivocado que llegué a concebir que Dios intervino o se ausentó. Siendo eso lo que hoy trato de remediar, mi mala concepción, no la posición de Dios.

Carlos, como los demás hermanos, fue una esquirla de metralla despedida de la bomba que estalló en nuestras vidas.
Desde entonces el pesar y la culpa, como un rabioso perro negro pintado de espumarajos de guerra, persiguieron a dentellada viva todos mis días. Despertaba cuando yo me incorporaba y no reposaba en guardia sino hasta que yo caía exhausto.
Era perro que solo saciaba hambre y rabia mordiendo cráneos y una sola posibilidad de supervivencia a mi alcance, la ebriedad.

Me protegí del perro negro en la profunda guarida de un gato afilado, como un ratoncito a salvo de sus hermanos entre las zarpas pulcras y sanguinarias de un gato si esta saciado.
Mi enfermo pensamiento era la fibra que le saciaba, su alimento, luego le fui entregando mi alma en sus formas purulentas para mantener el físico de una pieza y vivaz.

Escribí mi destino con tinta embalsamada, muerto desde su principio, que nunca me molesté en releer.

El cuerpo que a toda costa mantuve vivo me daba asco como un gasto innecesario.

De un vistazo al mapa memoricé el destino, la muerte cuando me quedase sin alma de ración en ración entregada a la monstruosa alimaña protectora, y, de entre todos los posibles, un camino.

Han pasado siglos desde entonces, grandes, pequeños y medianos, y mi vida ya toca a su fin, me queda espíritu para un par de desayunos a lo sumo y, a la sazón, deseos de acabar ya.
Íntimamente he esperado un milagro, pero Dios me mostró lo que le hubiera gustado de mi y no intervino jamás.

Y me pregunto inquieto si podré hacer muerto lo que no hice en vida.
Al final un muerto es un defraudador, pero sostendré la antorcha en alto.

La Verdad es necesaria, no la considero ex machina, como el aire que respiramos en toda ocasión, ora arrebatados por la defensa de la agresión, ora arrobados en la adaptación a ser agresores. Necesaria como el aire que desemboca en las altas cumbres para una águila en cría; como el aire que invisible transporta sin peaje la música, como el aire que ni pregunta el nombre a mis pulmones.
Y la pregunta necesaria: ¿Qué experiencia de mi tiene Dios?
Lo pregunto sentado bajo un mapa del estrecho de Ítaca.

Nunca me esconderé de la Ley aunque huya de la justicia, y la Ley es clara: deja un mundo mejor cuando te vayas, no te asombres del Amor, sino de la guerra.
Bajo estas premisas ya se ve que no me las estoy dando con una ley cualquiera, es la Ley de la Posibilidad de los hombres en sociedad.

Carlos fue acumulando iniquidades sobre sí mismo, nadie intervino y nadie se ausentó.
Subiendo peldaño y añadiendo protagonistas, no es un timo de Dios la pobreza, explotación y hambre de tanto niño y adulto, sino fruto de la inspirada concatenación de condiciones que van poniendo los hombres en el mundo.

Cuando no entiendo algo, primero río, ya luego estallo en estudio.




miércoles, 7 de mayo de 2014

SITIOS PARA CENAR CON ENCANTO VIII: MOHERNANDO

-Miren que es peor la recaída que la caída.- Teresa de Cepeda y Ahumada. Las moradas.


Hay quien defiende que normalmente avanzamos en la vida con la mirada puesta en esto o en aquello, siempre preocupados por algo dentro o fuera de nosotros y que estas ocupaciones impiden que la conciencia se haga más profunda, bloquean el camino. La imagen es sencilla, la conciencia como un cauce bloqueado, ¿qué valles no alcanzaría si pudiera correr?, ¿Qué delirios no regaría?, ¿qué ramas no doraría?, pero hay que creer. Nada nos dice que la conciencia no esté desde hace tiempo al límite, que sea desde aquí desde donde tenemos que dar el salto, con todas nuestras distracciónes y las pocas pero fuertes perfecciones.

Si tal como nos dijeron, quien te quiere te hará llorar, tengo por seguro que muchos no hemos conocido mejor amante que nosotros mismos. A veces se llora de pura tristeza, que es llorar, digan lo que digan, en esencia, pareciendo que estamos en el mundo de forma desfavorable, como un guiso al que algo le sobra o le falta, o ambas a la vez, puesto en el plato. Es llanto que disipa la soberbia de un metal al rojo vivo.
Moralmente, casi tan malo es sentirse culpable sin haber hecho nada concreto como sentirse libre de toda culpa cuando se es realmente culpable de algo.
Este inútil  servidor no es teólogo ni ingeniero, ni místico ni teórico, y a la poesía  ni a la suela llega; ve el mundo a fogonazos porque lo ve desde los fogones, y así va y lo cuenta.
Imploro por saber un día porque he estado vivo.


Vamos allá.


Cuando se puede ser niño no se crece con las manos destrozadas de no jugar.
Todos los días resucita una necesidad, la de ser niño como niño.

Sé que hablo de cosa que no sé.

No conozco la Verdad, que mi espíritu jamás la penetrará, de eso estoy seguro; la Belleza me dio miedo, como el de la madre que ve al hijo acercarse a un pozo abierto al que, caído una vez, caído para siempre. Y al Bien, como a la mariposa que acompaña mi insomnio sujeta a la pared como una pequeña Ulises al mástil, no sabría qué decirle.

Al dolor de mundo, en cambio, bien he tratado, he mirado por más heridas que ventanas y he visto más dolor que paisaje, mi pecado es haber callado para adentro y para afuera cuando he visto el mal desde lado soleado, y en ocasiones haberle colaborado.

Allí donde está nuestro tesoro, está nuestro corazón, lo he leído 1.000 veces desde niño y también me suenan las palabras de Pablo: "El dios de este mundo es el dinero".

Muchos niños lloran porque tienen hambre mientras trabajan. Y más llorarían si supieran lo que es jugar, si es que se puede llorar más, pues no se olvidan de jugar, sino que dejan de saber qué es.

Pido piedad por mi torpeza cuando hablo de cosas sencillas y tan importantes, considerad no más que a veces desespero de la experiencia de Dios que en otros veo y me pongo a mover piedras un tanto despechado.
Siempre se puede ser bueno, ya por espíritu, hábito o superstición y hasta por recompensa curricular. Me importa lo segundo y me importa lo primero, ser bueno y por qué.

La pobreza, ahora me doy cuenta, es el único estado místico con los pies en la tierra, se la reconoce en cuerpo y espíritu por un alto, admirativo y confiado ¡qué va a ser de mi!, en vez del miedoso, egótico y quebradizo ¿qué va a ser de mi?.

No se han de llevar cuentas del mal, pero nos organizamos en el mundo en torno a la deuda, la querella, la ofensa y la ganancia. No ha fracasado el orden del amor, pues solo fracasa lo que se ha realizado y de eso pueden dar cuenta los hombres y mujeres buenos que una vez realizado en ellos el amor, ya nunca vuelven al orden del mal y su banalidad, pero se quedan a vivir entre nosotros, como si la gravedad y la Gracia entrasen en escena de la misma manera, no dejándoles elevarse tras su elevado corazón, de manera que todo el amor que era para los cielos revierte en la tierra.

Que podamos pensar cosas que no se pueden perdonar tiene como consecuencia lógica que podemos perdonarlas.
Será verdad, no lo pongo en duda, que no se nos pide que amemos a nuestros enemigos, pero de 100 maneras distintas he creído que se me dijo, y  creo que el amor me pide de siempre que le deje amar a mis enemigos.

A veces, para ver las cosas enteras tenemos que alejarnos un poco, otras, cegados por los reflejos, tenemos que guiñar los ojos y otras aun tenemos que quitarles la arena. Lo hacemos sin pensar, está en nosotros; desde la razón no desde el pensamiento, desde la Alegría no desde la sonrisa, desde el socorro inmediato no desde la meritocracia.

Haya que hacer lo que haya que hacer quiero mi tesoro en buen lugar, en el único buen lugar sin cambios climáticos, lo quiero en el Amor, y no distraerme nunca más, como los cuervos, tras cosas que brillan que llevarme al nido, eso es lo que me pido.
El tesoro no es la sentencia, sino la Justicia.
No es la ganancia, sino la vida.
El tesoro no es la cometa sino el niño que la vuela y el que no la podrá volar.
No es escribir oraciones como esta, sino la esperanza de que, surcando el áspero mar en una botella, sea encontrada y leída, y la certeza de que así es.
Ni es echar de menos a los padres de niños, sino hoy.

Hoy que mirándome al espejo descubro los rasgos de mi padre y solo alguna que otra arruga y gesto de Dios, la comisura de la Alegría tal vez o el refrescante parpadeo de la Confianza, por decir dos.

De alguna forma ningún niño de este mundo no es niño mío, como ningún enfermo, anciano o cadáver puede dejar de serlo y, aunque me cuesta un poco más, es mío el malvado, el violento, el poderoso o el avaro.
Pues a mi entender, Yo Soy nos incluye a todos.