martes, 22 de octubre de 2013

TAPAS DE MIEDO

Tiemblo al descubrir mi dependencia y hasta me asusto si la estimo síntoma de un mal mayor.
Al parecer me creo a pies juntillas que mi ayuda servirá de algo si tomo la dependencia del otro sin corresponderla, siendo que dando así limosna practico el fracaso.
Tal es la salud mental que me dispensan los doctores.
Probada está y es fragmentaria pero no ineficaz, de patas cortas aunque puede recorrer toda una vida y de párrafo largo cuanto menos tiene que decir.
Dicen que a nadie le amarga una patria pero obviar que no hay más patria que la dulzura a la larga trae desequilibrio al cuerpo arrastrando en su descenso a eso que a falta de un nombre más inspirado llamo Soplo.

INGREDIENTES

- Miedo por un tubo.
- Un lecho de cenizas amontonadas.
- Una cierta rebeldía titilando.
- Tus propias ramas bien secas.


Vamos allá.


Sin reservas nos hincamos como una lima en el error de culpándonos a nosotros mismos acusar  a los demás.
Si me hubieran querido..., si me hubieran dado la mano...
No es legítimo, basta un vistazo a cuantos se inventan el amor pues no tuvieron de quien copiarlo o a los que tienden la mano a los que dudan en la punta de la ventana con una pregunta entrando y saliendo de sus pulmones.

Hay que aprender a decir las cosas, solemos llamar miedo a la terra incógnita que rodea nuestro umbral de comodidad, como si hubiera un límite fuera del cual no fuera posible orbitar ordenadamente que nos asustase.

Vago por la sal del mundo desde hace 36 años y por las letras un poco más, aprendí a bailar mirando la mar.

Sólo una vez he dejado de dar el trotecillo para unirme de nuevo a los que me dejaban atrás en cuanto me despistaba reflexionando un poco sobre los numerosos destinos laterales.
Se dice que es miedo este seguir a los demás aunque sepamos que van desviados, pero en verdad es egoísmo. Tan bien bordadas y puestas en su sitio las orejeras que me creo siempre el único quesiqueno, temiendo la soledad de fuera del camino pues no concibo que alguien antes que yo haya salido. Y esta es toda mi autoridad, haber salido una vez sin solución de continuidad.
Si no costase vidas sería cómico.

El miedo se ignora a sí mismo, no se puede ver que el auténtico miedo es seguir la estela de la comodidad. Querellarse de alguien es miedo y en muchos casos comprar el periódico, depende del buey que tire del hábito.

Si por un momento te salieras y te vieras a ti mismo fuera desde tu órbita de confort, dirías que eres un perdedor, si en este mismo experimento te vieras a ti mismo dentro desde fuera de la estela, te llamarías a gritos, pero a estos dos mundos les separa un eco impenetrable.

El miedo no tiene miedo, se encara con todo, no se achanta ante nada, se apodera de nosotros y siempre da la cara. Su voz es eco de nuestras propias preguntas, sobre ella no cabe maestría, quien la oye la oye una sola vez, insuficiente del todo para contarlo pero de sobra para saber que sólo se modula como eco verdadero si se resuelve en preguntas de la vida, de nuestra vida, de otra manera nos detendremos como ceñudos, graves y lastimosos pensadores de Rodín.

Quien le pondrá el cascabel al tigre
Qué enamorado dejará de comportarse como tal
... una pared más para el centinela de sí mismo






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