jueves, 27 de febrero de 2014

VINGT-TROIS VENTEUX

Viajo como el primer pez que echó alas y se lo llevó el viento de Febrero.
Viejo en el aire del que ya no puedo salir.
Adicto al síndrome de abstinencia, así pues, libre para el desorden.
Me tiro a pozos sin salida del tipo el sol obliga y trato de no parecer español, es decir, intento no adeudarme a la predicción de la mala suerte.
Sé qué va a ser del planeta  y de mi cuando muera, no hay vuelta de engaño.
Socorrido tema la muerte que de momento voy a esquivar, no como al loco viento de oriente, tan solo en esta receta.
Ni siquiera puedo añadir una ristra de deseos.


INGREDIENTES
-40 días con sus 50 noches.
-Una frente fría.
-El portafolios de un universo que aun se está expandiendo.




Vamos allá.


Bajo la misma elegancia de los árboles, tan llamativa y absorbente, asisto a un concierto de energúmenos vociferantes, tan ruidosos como si quisieran que sus tías del pueblo se enteren de su paseo a viva voz, y mis pies se alejan, siempre ha sido así, los pies yéndose y yo sobre ellos.

Mi  carne valía algo más de lo que creí.
Y tengo algo que vale más, tengo sueño, sueño de dormir.

Tiemblan las piernas de debilidad innata y la pequeñita parte del cerebro que alberga la eternidad.
Destruir va de suyo, pero quisimos construir, un nido, un refugio, un hogar que compensase el temblor  y no fue posible. Se me tenía reservado un destino mayor, desbrozar las ruinas sin cimientos de mi vida.
Ver el paisaje.
Ver a nos.
Por detrás de bravíos mares casi siempre se halla lo que no está en los mapas.
Islas enterradas bajo continentes, tálamos donde empezó todo bajo iglesias incuestionables, fiestas de cumpleaños desorientadas bajo cementerios de sal.
De vocación arqueológica este síndrome de libertad que me abatalla, abro cuevas gratis y las cierro al público mientras repaso las formas clásicas de los búfalos.
Cuevas donde nos pasábamos el fuego de mano en mano mucho antes que los secretos de la agricultura, y que seguiríamos haciendo si fuéramos sinceros.

Hacemos una y otra vez lo que hicieron nuestros padres, creamos un equilibrio emocional basado en el frío firmamento do los astros resbalan. Compensamos bizarramente la constante amenaza de caída sobre nuestras cabezas de la piedra Luna con méritos que a la larga nos dan igual.
Un modelo entre muchos posibles.

La orden de mejorar el mundo bajo capas y capas de grasa viva, es nuestra grasa, nuestros muchos premios de chocolate nos ha costado.
Aspiraciones semánticas la serenidad y la paz de espíritu, pues nuestra actitud es de mendigos de moralejas no de hombres santos.
Mi concepción es dejar de cuidar de mí.
Morder el pan o leer un hermoso tratado de nutrición infantil, mira a ver que te quita el hambre y te hace útil.
La identidad está fuera esperando, donde siempre hace frío. Mis únicas tarjetas son tres carnéts: el de identidad, el de conducir y el sanitario, en la foto del primero parezco un ex, en la del segundo, un presidiario y si el tercero llevare foto, parecería un enfermo imaginario. Ahí está nuestra cosmogonía, de fuera adentro, obligados al mismo movimiento en la justificación de un dios necesario que revienta el juego.
Caben cursos malos de milagros y cuentos inflados.

Me suelto del clavo ardiendo sin grandes aspavientos, no hay un futuro claro, puñados de claridad inconexos que lo explican todo.
Dentro de unos días me reiré más, más aun, dentro de unos días me ofrecerán un nuevo sub-destino y desde ya mantengo las distancias con cualquier decisión; es falso que hay que tomar decisiones aunque no se quiera. Mi sano juicio es haberlo suspendido.
Visto desde fuera parece que empiezo a necesitar consuelo, nadie se ríe solo si no es en profecía auto-cumplida.

Abusar de Dios no es un acto de amor. Tic-tac, tic-tac.

Si toda ciencia y religión tienen infancias traumáticas, nosotros no somos menos, de duda y fe
constituidos.

La verdad es que estoy un poco triste, pues una estrella que sea lo suficientemente masiva y compacta tendría un campo gravitatorio tan intenso que ni la luz podría escapar, y eso se nota.

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