jueves, 6 de febrero de 2014

DE FANTAS CON EL NIÑO QUE QUIERE

¿Hay algún alma sin defectillos?

 Si hubiese probado todos los refrescos que se fabrican, con y sin azúcar, lo mismo para colorantes y conservantes, sin excitantes y con ellos, con moléculas energéticas y todas sus posibles mezclas, no habría quedado satisfecho.
Mi inspiración es el tabernáculo taberna o el tótem híbrido entre mandíbula de hiena y cola de lagartija.
Quisiera probar la cocacola pepsicola.

De aquellos vapores íncubos de la infancia, esta niebla posada y reposada.

Oigamos la canción que la banda sigue tocando.



INGREDIENTES
-Domingos por la mañana.
-Energía para subir las cuestas como si se bajasen.
-Un cuento con acertijo en cada agujero, madriguera y ventana.


Vamos allá.

Nadie más hermosamente terrorífico que el hombre del saco.
De todo monstruo se espera algo imaginable, pero ¿qué se puede esperar de un hombre que te mete en un saco de arpillera como si fueras carbón?
Este niño de juegos últimos será luego el hombre que quiere; su horizonte no pasaba de terminar el juego, partido o partida antes de que el desdentado del saco se lo llevara y, si llegaba a la noche, acabar el sueño que empezase.
Pero también hay hombres de carne y hueso que dan sudores atacando en grupo como insectos estrategas, enhollinan al niño a fuerza de quemar sus raíces, como si obedeciesen la orden de cortar las alas a un águila para hacer un árbol.
Me convertí en siete notas revoloteando alrededor. Construyendo tejados por los que escapar gateando pasaba mis días; se trataba de sobrevivir, aunque fuese musicalmente, pero la supervivencia también tenía castigo. Largos encierros con ventana a modo de sutil mortificación.

Solo un diluvio podría limpiarme, cada asalto, cada caricia del abuso, cada día sin merecer el alimento vaya usted a saber por qué, como una lata de pintura negra indeleble en aquella almita.

Estás en el centro del laberinto, solo uno de los cuatro senderos lleva a la salida y no hay posibilidad de retorno ni de alcorce, ¿qué camino tomar?

He ahí la fatalidad de la felicidad. Nada por el camino indica si te equivocaste hasta que es demasiado tarde.
Si golpeas a alguien ya es demasiado tarde para ti, si, como yo, das vida a una encíclica de alcohol ya es demasiado tarde, si entre tus sienes asoma un laurel ya es demasiado tarde.

Es demasiado tarde para aprender a meditar como un mendigo; voy buscando mi sustento entre libros que ya no se venden, tal mariposas sin catalogar que llegan a un paraje asolado por una maderera y entienden que su labor no ha hecho sino comenzar, y que me sirvan, llegado el caso, de alza para besar lo alto.

El riesgo de caída sedujo al niño.
Si podía enturbiar sus ojos hasta desenfocar los objetos e inducirse fiebre si la necesitaba, como no iba a poder querer.
Digamos que era un niño que solo podía fundar pueblos tiernos, como la carcoma haciendo un retablo, se alimentó de todo lo que no fuera ternura para llevar a cabo su empresa.

Hizo de sí otro niño que podría gritar por las calles, remangandose la camisa: ¡Quiero que ella sea reina!
Ella, la Constructora, la Poesía.

Ya no tengo hambre para el pan sucio.
¿Qué fue de mi hambre correlimos que volvía siempre a casa como el buen ganado?, y ¿quien venció la batalla espiritual tan brutal como la lucha cuerpo a cuerpo?

Confesé mi hambre y mi frío y me echaron.
Más allá solo podía haber el fin del mundo, la desemejanza de Dios, a mi espalda, si me daba la vuelta titubeando, rugía el mundo de funambulistas.
Me fue difícil desprenderme del hábito de las posturas religiosas hasta que mis oídos se percataron de las canciones nuevas de amor sin represalias que lejanamente se entonaban; horizontes más fantásticos que cualquier maldición empezaron a caberme en los bolsillos.

La enorme zancada del tiempo ha traído un hombre al niño.
Aun no he gastado mi paga de domingo, me queda algo suelto de la vieja alegría divina.

A pan y agua caliente tracé la cartografía de la comedia.
Entre alcohol y asesinos escribí recuerdos y la historia.
En noches de hielo duro se me insinuaron las mujeres que posaban para Venus.

En los suburbios de la ciudad, donde empiezan los campos y terminan las cloacas, aprendí toda la ciencia desde los primeros hombres a nuestros días.
Rodeado de carnívoros destinos compuse la pompa funeraria de un Niño-Rey enterrado a oscuras.

Yo pasé la hoz, la sangre ya estaba arada y sembrada a mi llegada.
Viene de dentro, no hay que pensar mucho en ello, el amor viene de dentro a toda máquina y no lo malgastaría en mi mismo sabiendo que quizá alguien lo necesite.

¿Hay algún defectillo sin alma?

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