martes, 18 de febrero de 2014

CREMA MARSELLESA BWV 1056 IN F MINOR

Libertad, igualdad y fraternidad, nunca antes coro humano alguno fue alzado con tanta fuerza, ira y resolución por encima de las naciones como anhelo unánime para con nosotros y los demás.
Otras voces más antiguas han sido veneradas, pero su propia divinidad las enajena, y otras más modernas han sacrificado a más seres en aras de la limpieza, creyendo que la cuestión humana era un tema de suciedad, pero estas tres palabras no caducan y son de fácil comprensión sin preparación ni catarsis previa.
La libertad y la igualdad se han batido duro y siguen dándose de tortas, llegará el día a este ritmo en que se queden sin rivales y todo, absolutamente todo ser sobre la tierra será libre e igual, digo será porque yo no alcanzaré a verlo, pero del todo inalcanzable si me echo a dormir.

Hubo una vez un reino cuya justicia consistía en desvelar crudamente todo efecto y sufrimiento de sus actos al acusado, y este elegía su castigo libremente.
La fraternidad  no va muy allá, firmemente quieta como en castigo auto-infligido.

Todos sabemos donde está la felicidad, pero no es eso lo que queremos, ¿verdad?



INGREDIENTES
-Un telediario cualquiera.
-Las otras muchas voces.
-Flora y fauna autóctona.



Vamos allá.


Es difícil hallar caminos que no estén bordeados de vallas y verjas, como queriendo sujetar dentro los olores de sus exquisitas y cuidadas flores.
Por el que emprendí, algunas mansiones están cerradas para siempre como frenopáticos decimonónicos, en cuyos muros, entre el musgo y la hiedra, si se mira con detenimiento, aun se observan muescas de cada humano que tuvo acceso al edificio patibulario, y una pared lisa, como tábula rasa, protegida de inclemencias, para las muescas de salida.
Lo que me sugiere que salían con las prisas de las estrellas estallando, sin tiempo o habilidad para despedirse, o que no salía nadie; mas siéndome tan familiares el aspecto y los pasadizos, descarto esto último.


Alejándome de los bancos de madera vieja y de las hospitalarias fuentes, galopo unas leguas más, hasta la campiña de la batalla.

Me han contado que hay allí dos monolitos, uno por bando, con los nombres gravados de todos los que lucharon.

Carezco de la capacidad social de los mártires, por eso quiero honrarles. Voy buscando las ideas sobrenaturales que me faltan para escribir un buen poema.

La historia es confusa a la hora de desvelar a qué bandera obedecía cada facción, qué generales dirigieron la batalla y a qué bando sonrió la victoria.
Es una batalla fantasma, ningún rey la inicio, ni respondió con ella a una provocación.
Como si acudieran a una cita concertada hace mucho en una cueva se reunieron dos ejércitos dispuestos a molerse a palos.

Encuentro algún vestigio de hoguera y pequeñas lágrimas de bronce fundido, hay huellas de pies descalzos y de cascos de caballo y un silencio inaudito. No veo ni un solo excremento fresco de animal y me entra un poco de miedo.

De pronto, salidos de la nada que no existe, dos vendedores judíos me salen al paso cargados de objetos útiles para la guerra; su primera oferta es mi peso en oro pagadero a  mis descendientes a cambio de recoger con premura mi cuerpo cuando caiga muerto en la batalla y comerciar con él como les plazca, y aunque de primeras creo obtener ganancia pues no acierto a ver tanto beneficio en esta mi constitución ordinaria, los aparto a manotazos como a un mal olor, y a voces según me alejo, aun me ofrecen lanzas, yelmos y escudos, o mejillas, arte e ingenuidad física si lucho por el otro bando.

Francamente confundido e inquieto me siento en un montículo.

Como un nervio sin funda, sin previo aviso ni señal, todos los gritos del mundo súbitamente se esparcen a mi alrededor, ante mis narices tres hombres blancos de fondo oscuro se disponen a violar a una niña. Me reconozco en ellos y con mis propias manos los despedazo en carne fresca.

La niña, tan asustada de un demonio como antes de tres, es mi vivo retrato, sus ojos no sacan el cuchillo y yo la sonrío llorando.


Hoy es la cita antigua y ya he tomado bando.



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