martes, 4 de febrero de 2014

EVISCERADO, DESOLLADO Y OREADO DE PIEZAS DE CAZA

Por fin nieva sobre mi querida meseta.
La nieve que platea mi sien por segunda vez y consigue que me olvide del tiempo que quema las manos como la nieve y los ojos como madre muerta.
Mis pisadas humillan la tierra desde el principio, pero es hoy, sobre su crujido, cuando percibo su estertor.
A cambio de flotar como ampo al pairo me convertiría en saeta en mortal desuso y condecoraría a un general en la solapa del corazón.
Acercate juicio final, no olvides mis deshonras de piel, ni mis sopapos de aire y desdén.
Ten en cuenta mi pensamiento homicida y mi espíritu elevado cum lauden a juez eterno.

Id, id juntos, copos de nieve, helad mi cráneo enterrado vivo y que su maldición descanse sobre vuestros hombros encogidos.


INGREDIENTES
-Útiles afilados.
-Pulso feliz.
-Agua fresca en ambos bandos.





Vamos allá.


Negro de furia, negro festivo, evisceraría a Prometeo con sumo gusto y me quedaría con el fuego, y nada se atreverían a hacerme esos dioses viejos, greñudos y desdentados como cazadores de mamuts.
Será mi espalda la que se relacione con el castigo.

Venga desarmado el verdugo, soy el desahogador sexual de la sangre, venga a mi a por su primera lección.

Vislumbro la ira soñando pesadamente en mi hígado.
Tan bravas y sabrosas ambiciones he devorado que ni el gusano de la manzana comió más crudo.
La sombra de los hijos es el corpus delicti, y mi castigo es, descreido del infierno, la eternidad sin compañía; infiel de una vez por todas, me perderé el solaz del averno.

Nadie viene a reencarnar a los que estamos aquí, no hay redención para los que son capaces de comer palabras.
El amor embiste como una carroza de ocho caballos nada más poner el pie en la calle, pero no es el paraíso, lo aseguro por que lo quemé; su fortaleza era su debilidad, tan lejanos del fuego malo sus bondadosos huéspedes que ardieron como paja seca de agosto.

La nieve es buen augur para la caza.
Tengo miedo mientras me voy haciendo bueno.
Me poseen todos los genios. ¿alguien que me acompañe a caminar sobre las aguas?
Doctor en eutanasia. Me ha tocado no sufrir más.
Poseo todos los prados verdes, sobre todo los del dolor, pero también los de la risa y mi memoria huele a heno fertilizado de estiércol.
Soy la memoria viva de un mal reparto, ni bueno ni malo; acercaos pequeños, dejad vuestros deseos saludables en la puerta junto a los zapatos. Soy la cura de Dios, perseguidme, tengo un prado para cada uno de vosotros.
No estoy loco, estoy cansado.

Me muero de cansancio, me muero con ganas de dejar caer los brazos.

Nieve clara como el aire frío dueño de los pulmones, imponente como quemadura.

Al moribundo le queda algo de vivo, poco, pero suficiente para cambiar de lecho y que la muerte que vendrá en breve a buscarle se lleve al infeliz que ocupe en usufructo su cama.

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