viernes, 15 de noviembre de 2013

BUFET LIBRE DE MENTE

Para salir a la calle me visto con un destino al que llegar y un mandado que cumplir.
Como entre los cascotes que deja tras de sí un terremoto alguien habrá que vea su casa y vida entera, así en los vertederos, tras una amarga vida, alguien caminará buscando su cuna.

El destino inventado es soy y el mandado que cumplir es meditar.


INGREDIENTES

- La sospecha de que algo no va bien.
- Todo silencio que puedas aprovechar entre dos notas.
- Sentarte un rato cada mañana y cada tarde en lugar tranquilo si puedes o en medio de los alborotos.


Vamos allá.


Tenerte ganas es la escalera al incendio del orgullo que noche y día, a veces tranquilo y otras encrespado, nos sumerje en la opacidad hecha fin.
Un abracadabra magistral, a las mismas faldas de lo que veo se extiende el vasto horizonte de lo que es, sin trascendencia alguna. Lo que había que hacer se acerca a uno y no al revés, y nada queda por hacer, y se vive.
Tras el incendio, la ceniza, día tras día, tan laborioso como un manantial, todos son buenos días.
Nada quedará por hacer.

Trabajar con la mente propia es como gestionar una huelga del servicio de limpieza mucho más allá del vandalismo. Conozco tan exquisito y esforzado servicio de limpieza que consigue borrar una parte esencial del otoño, el del Retiro, luego propongo a todo madrileño bajar la basura hasta allí, como el menesteroso que a cobijo de la noche tirara por encima de la tapia del cementerio el cadáver de un ser querido.

Es inútil querer atrapar la mente, ni por las alturas ni en las bajuras, tan escurridiza en las letrinas como saliendo por las chimeneas.

Somos la vendimiadora y ella la bodeguera, nadie se acordará de la primera cuando se deleite en un buen vino, ni el más fino paladar del planeta dirá ni pío de ella, como si sus manos no dejaran rastro posible.

Por un salario hemos comprado a Mozart, a Mozart no podremos comprar.

Ella madruga sin esperar participar siquiera del aplauso al vino, parece irónica la vida pero en verdad es la gloria humana otro de los dioses que como el sol se ponen.

Vendimia embriagadora, nos sentamos frente por frente, ambos humildes a la deriva como no puede ser de otra manera.
Por entre nuestros labios solo pasa una buena nueva más fina que papel de fumar: todo será impermanente, no os toméis muy en serio. Jugad por entero.

Un hombre entre barrotes no es hombre, es un hombre entre barrotes, mas como no deja de ser hombre carga consigo el cuento del saber, la fábula de la libertad.

Juntos salimos, ella guía, de la mansión de los ídolos, tomados de la mano tomamos camino como agua desbordada que arrastra lodo suficiente para anegar y derruir todos poblado levantado a las orillas, cuyos habitantes emigran cargados con sus enseres a zonas más seguras.

Tú te quedas en el barro y me invitas a quedarme, pues en toda contrariedad hay una suerte al menos, dices, la buena cosecha venidera, la exquisita agua una vez reposada y la abundancia de adobe con que levantar la nueva casa sin ir más lejos.
Después de tan largo encierro juntos, juntos queremos perdernos.
Nuestro hogar es siempre ocasional, nunca hemos sido dos veces los mismos aunque no lo entendemos.
¿Quien navegaría sin más por mares que cambian de orillas?
Nosotros lo hacemos, este amar que nos tenemos no es misterioso, es realidad, luego es misterio.

No me acomodo con facilidad a caminar sin fantasmas, se me hace tan cuesta arriba como imaginarme sin sombra, como si la medida de mi riqueza la dieran las sombras que acumulo en vez de la luz que las proyecta.
 En escorzo divino reconozco mi humanidad entera y la de todos, enfocado por los césares idolatro y estorbo.

No escapamos de presidio creyendo que dejábamos allí el dolor, a veces somos más sabios que necios.

Ella es de este mundo y yo no le soy ajeno, ergo redención obligada de nacer con afán recaudatorio nos adeudamos. Nos acribilla la ilusión ciegos por exceso de luz.
Durante muchos años preferimos desahogarnos a dejar de ahogarnos, y nos dimos de tortas con el desapego en vez de abandonar el apego, ahora bien, para no crear apego hay que amar sin excepción ni restricción, dejando el rechazo entre las azucenas olvidado, y dicen que eso es inhumano queriendo decir desconocido.
Aunque la infancia sea la patria sagrada pongo del revés su bandera antes de quemarla, no defenderé ni una sola patria.
Quien conoce la debilidad de otro ser lo ama, nadie puede hacer daño a quien ha visto dormir.

Una nación entera con el hábito pero sin la experiencia de la desdicha no podría dar más palos de ciego que yo en lo que es, la realidad.

Me levanto ante la tiranía de la mente que como una vaquilla joven atada a mis tobillos me arrastra encaprichada de pastos cada vez más raros y lejanos.
Tal vez sea el desierto el laberinto más difícil y 40 días con sus 40 noches la única posibilidad remota de salir dignamente.

Como el enfermo que no pregunta al médico si sanado será mejor paciente, me condeno al drama ocioso de los estados de ánimo. El lugar al que voy esta vacío de solemnidad y por eso sé que cabré.
Intuyo que la vida me librará de la decepción de ser el viejo al que precedo, como la muerte de mis padres me libró de la de ser joven. Aparté para los días de holganza la edad en la que uno se promete y sueña grandes metas, luego no tengo ante quien rendir cuentas, sumido en cuerpo y alma en este cambio tampoco habrá anciano que me las deba.

Un ligero incienso de paz perfuma nuestra vida desde siempre, desde mucho antes de hacer de la ausencia de lo que nos disgusta nuestro gusto.

Nos enzarzamos en mil y una batallas y queremos que se nos reconozca si nos manchamos la camisa de sangre en señal de que hemos luchado.
Plantarte en fuego cruzado en mitad del campo de batalla y bajar los brazos, tal vez te devuelva mutilado a casa o con el diagnóstico de chiflado, pero habiendo vivido, no como los que cada noche ponen a blanquear la camisa ensangrentada.

Es sencillo, ponte del lado de la vida o vete al banco a que te digan cuanto tendrás cuando te jubiles, pero no olvides que no se puede servir a dos señores.






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