jueves, 21 de noviembre de 2013

ALMUERZO DE VÍSPERAS

Por mi suerte de Esther
Contadas veces uno se topa con quien come una vida paralela a la suya, de forma que la una no es remedo de la otra ni esta lustre de aquella, sino que podríamos intercambiar sus platos sin merma para ninguna de ellas.

Lo que se sigue es una experiencia de esas que se mantiene incólume a despecho de la distancia y las horas que todo lo pueden, aunque a veces use de letras amargas.

Podría ser la una el corazón que bombea glóbulos entre los que la otra se encuentra o una molécula del plasma bombeado por esa otra.



INGREDIENTES

- De la parte del amor sin techo ni tacha.
- Aprovechar los días de lluvia sobre nosotros.
- Pies para qué os quiero si no me acercáis.



Vamos allá.


No tememos a la palabra ni nos crecemos en ella.
No puedo fiar al lejano reencuentro, horas, días o semanas, las cosas en que hoy me vierto pensado en vos y que para cuando nos abracemos habré olvidado.

Una disculpa debo que esterilice de antemano.

Nunca te conté como nos encontramos, así que lo hago ahora.
Hace mucho mucho tiempo subí de polizón en el primer tren nocturno que partía de la ciudad de los hombres malos, también sin billete viajaban dos policías que me retuvieron por menor de edad con la sana intención de aclarar mi situación en el mundo en la comisaría de la estación de destino, que a día de hoy no sé cual era.
A mi parecer de entonces era cruel no tanto la retención injustificada como el futuro salvífico que me prometían.
Sin pensar, instantáneamente, supe lo que ellos no sabían, que un espíritu libre puede abandonar volando un tren en marcha. Así lo hice, distraje su custodia con la peregrina excusa de ir a buscar un equipaje inexistente y volé por los aires, cientos de años sucedieron en los pocos momentos que duro el vuelo.
Para que el sol de invierno temple te tienes que poner de cara a él, la misma ley para los saltos al vacío.
El corto vuelo me desmemorió; sangre seca que conservaba el brillo cubría mi por entonces azul melena bajando a churretones por rostro y cuello como extremidades de una peluda y grande araña roja.
En una alberca milagrosa por su ubicación me lavé rostro y cabeza, tras lo que subí a una loma cercana por ver donde estaba, bajo un enorme castaño atisbé por vez primera la ciudad tuya y a ella me dirigí. Por las afueras jugaban preciosas niñas con cosas que no pude distinguir y supe ya que me quedaría.
Tu eras una preciosa niña de aquellas niñas preciosas.
Hoy, ya de mujer, uno se siente inclinado a contar cosas de ti sin las que los hombres del futuro no podrán creer en tu existencia.

Todo final de guerra trae incertidumbre, y nos sobrecoge a todos, huimos de ella como de la peste y a esa huida nos subrogamos con precisión y sin esfuerzo.
Se nos abrirían las carnes si el amor y la paz nos pidiesen que volviésemos a la incertidumbre.
El arrojo ante la muerte se muestra mucho más poderoso de sí y seguro que la predisposición trémula a la Armonía, pero solo unos años.

Mundo de superficie y mundo sumergido, por hacer una analogía.

Tal vez sea más esclavo, pero me siento más libre las veces que vuelvo a la ciudad de los hombres malos a por abastecimientos, como si un idiota pone en palabras de Jesucristo sandeces tendemos a desacreditar a este y no al idiota, cuando constato  la mezquindad en el uso de lo humano estoy desoyendo al Cristo diciendo que allí no está lo humano y atendiendo al tonto que me dice que lo son ellos.
Pero aun en esta ciudad siempre hay niños a nuestra disposición, no sé en que me convierto con cualquiera de ellos, pero me aceptan de par en par haciendo más llevadera la estancia en sus calles.

De la tuya, en cambio, creo que solo podría hablar en verso, luego callo todo menos que tuve abierta casa y pródiga en ella.
Tendría que desbaratar tantas palabras para hablar de ella siendo que solo el silencio está en su dimensión que callo todo menos que callo.

No hay nada que conozca que no pudiera imaginar mejor si me lo propusiera, supliendo con ficción el saber, pero a ti no puedo imaginarte.

Todo universo interrogado vuelve la mirada hacia sus agujeros negros.
Todo lo desconocido puedo imaginar, si me dijesen que nunca más nos abrazaríamos su agujero negro sería que volveríamos a abrazarnos.
La longeva lección es que el amor es capaz de gestas ante las que las de la mística se sonrojan.

No me sustraes el dolor de los desencuentros, como si supieses que llevamos el rencuentro en los genes. Las sístoles y diástoles del espíritu suenan como cañonazos.

La sonrisa ante el miedo a ser feliz que nos legó da Vinci en la Gioconda es universal por especular.

El problema no es si los corazones pueden abrirse, no hay respuesta válida a tal especulación, bien reformulada la cuestión queda así, hemos abierto el corazón.
Solo así caminamos por la vía de las preguntas respuesta.

Somos un esfuerzo de la vida, un acto de voluntad en el silencio.
Conozco el idioma en el que entenderás que hay almas que no se doblan, la tuya, tal vez la mía.


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