miércoles, 12 de marzo de 2014

ESTE AÑO AYER CAE EN MARZO

Hoy me he despertado como si fuera 11 de marzo.

Como si ayer hubiese conocido a la mujer que podría amar toda la vida y hoy supiese que no la voy a volver a ver nunca más.

Me he despertado como si fuera ayer.

Me apena la vulgaridad pública de nuestros políticos y la impúdica de un célibe poniendo condiciones al perdón, como quien dando limosna exigiese los intereses de su inversión. Me entristece porque la estupidez es la moneda corriente en sus pequeños y limitados reinos y nosotros, como si de billetes falsos que callesen en nuestra mano se tratase, pese a no haberlos acuñado, los hacemos correr.



INGREDIENTES
-Luces y sombras.
-Ambulancias en sínodo por nuestras venas.
-Hora de punta.



Vamos allá.


 Estoy en el paredón, hombres grisáceos que florecen como almendros si aprietan el gatillo me apuntan con sus metralletas de bofetadas.
Cumplen órdenes con la mirada, por eso miran con odio.

Hay banderas con crespones muy negros buscando a quien manipular, y hay quien se arrodilla antes de empezar, miradas por los suelos, velas, los que no saben qué hacer lloran y los demás lloran.
Ni una gota de barbarismo, seres humanos en todos los bandos.
Bajo un cartel de la película "Adiós a la Reina", la Reina es la violencia. Ya está instalado su besamanos.
Los mismos símbolos pueden matar y consolar, lunas, flores,..., pero hay que preguntar a una niña si uno quiere saber lo que significa alzar una rosa.

Los mayores lo mismo llevan una rosa con cuyas espinas te apuntan que una estola sobre un traje de camuflaje de campaña.
Los que matan siempre llevan una bandera escondida en algún sitio, y los muertos no son asesinados por lo que son, ni por lo que representan, sino por donde están.
Culpables de lugar, habituados, como todos nosotros, a que los fines de los que gobiernan justifiquen los sacrificios entre nosotros. Y hoy, llevados al absurdo los medios de los que se valieron, nos devuelven a lágrima viva el latigazo.

Me he levantado como si Dios andara detrás de todo esto.

A mi no me ha pasado, pero he oído historias de lo que hacen los garbanzos en una olla express mal manipulada y los átomos de hidrógeno en una bien manipulada.

Si los bosques que parecen contener fantasmas entre sus sombras en las estaciones pálidas en las que el sol apenas es una o de plata guardaran tantos secretos como los estados, ha tiempo que estarían todos calcinados.

Voy a ver como son los homenajes oficiales, los que se hacen lejos de los objetos que quedaron en los cuartos deshabitados de los que murieron, las lágrimas verdaderas ya las he visto, voy a ver las políticamente correctas.
Se pueden hacer fotos porque han venido guapos, la ocasión lo merece.

De primeras, ya de lejos, así como se oye el ensayo de una música que quiere ser más triste de lo que parece pero no se atreve, como si le diere vergüenza estar allí, se ve ondear con majestad una bandera mecida por un alegre aire primaveral ajeno a todo. Ya sabemos qué idioma se habla.

La memoria siempre está muerta, recordar no es mantener con vida, pero en ocasiones como esta la llaman memoria viva  y no sé decir qué quieren significar con esa expresión, ojalá lo supiera.
¿Que no olvidamos, que siguen vivos, que nunca sabremos lo qué no supimos entonces?

Un árbol puntiagudo por cada una de las víctimas bordean el sendero que sube al cerrillo, 28 nacionalidades y una sola bandera.

Para el buzón de sugerencias de los organizadores:
Pongan 28 o no pongan ninguna, que insultante inclinación tienen Vds. por los recortes, seguro que sus embajadas las hubieran cedido gratis.

Conversaciones intranscendentes y, algunas, chabacanas entre los asistentes.
Nadie dice que siempre que se le muere un hijo le entra hambre.

Se distinguen tres clases de uniformes, el de periodista aburrido, el de traje con corbata negra que no sé qué lleva dentro y el de voluntario con chaleco amarillo.
El ensayo de los músicos se acelera un poco y ruego, en vista de que empiezan a movérseme los pies, que pare, no vaya a terminar bailando o empezar a bailar, y me da un poco de vergüenza, luego me entra la risa. Voy a tener que alejarme un poco.

Es bastante chocante observar que todo lo que puede hacerse, se puede hacer con amor, esperar, el pan, mirar, bailar; pero matar no, ni a nuestros héroes en las batallas les reconozco amor a la patria, hicieron lo que tenían que hacer, ya conquistasen o repeliesen una invasión, pero ni de lejos lo que había que hacer.
Si se lo reconociese a los nuestros tendría que reconocerselo a todos.

Si actos con esta carga atómica trajesen al Retiro a alguien que no lo frecuenta, no sería mal fin.

Y entonces la veo, una cabellera rebelde recogida, dejando ver parte del manantial donde nace el cuello, me mira fijamente, se gira un poco, un ligero escorzo, y me enamoro.
Supongo que es una cuestión de grado, la muerte de un hijo da hambre y la de unos desconocidos, ganas de amar.

A los 14 años estaba en la calle sin casa a la que volver de noche, morí a esa edad y aun no sé de qué me entraron ganas.




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