jueves, 17 de abril de 2014

ESPECIAL DE LA CASA



Camino por la ciudad que se ha convertido en un autódromo con un Madre Nuestra entre los labios y un libro en las lumbares, allí donde un agente de policía secreta llevaría un arma. Es un libro perenne como la tarde, no crece en tamaño, pero lo va abarcando todo; aunque también es un arma suicida por si la ciudad me resucita a su ritmo y vida.

Si volviere a nacer, que fuese en una biblioteca, donde sin aspavientos pudiere quedarme callado, no como lector desde luego, sino como un tomo siempre en expurgo.


INGREDIENTES
-Sin ingredientes.


Vamos allá.


Madre de toda cosa, ¿donde andarás?
Se me olvidan las palabras que te nombran y ya no te pongo cara.

Ojalá estuvieras en disposición de quererme con las manos, ojalá mis susurros atrajesen tu atención.

Sé que quieres lo que haces, mas ignoro si quieres lo que hago.

A este yo a prueba de tontos dime si debo seguir alimentando.

Si me toca dejar rastro como una lenta babosa en vez de no dejar huella como de su vuelo las alondras, que no sea tóxico ni lleve a mal lugar, y que nunca contra nadie despliegue  laberintos.
Que todo lo que me hagan vaya a fondo perdido, no llevando yo las cuentas.

Aunque sea por ignorancia no quiero atentar contra la vida, líbrame, pues, de ignorar mis íntimos pensamientos, entre los que es natural lo divino y lo demoniaco.

Y si para ello tengo que aprender a rezar, que sea aprender a morir, pues llevaría un par de asignaturas convalidadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario